domingo, 6 de abril de 2014

Hijo de lesbianas.


Por lo general cuando hablo del Sur –de mis amores- del continente americano  personas guatemaltecas me acusan de no tener identidad y la verdad es que mi amor por el Sur está muy lejos de ser fanatismo y efectivamente aunque le duela a muchos y a muchas tenemos demasiado qué aprender de estos países que día  a día nos dictan cátedra. La frase que yo he utilizado siempre es que “nos llevan años luz” y nada de falso hay en ésta.

Y estas personas reaccionarias lo primero que dicen que: “si tanto le gusta Chile pues que se vaya a vivir allá” “si tanto le gusta Argentina pues que se largue para allá” “ quiere presidente socialista pues que se vaya a la tierra de Mujica”  “muy socialista pues que se vaya a vivir a Cuba”  “Ella es la contradicción porque es de izquierda y vive en Estados Unidos”,  nuevamente esa forma de enjuiciar a las personas tan típica de la sociedad guatemalteca.  Por donde quiere que lo veamos el Sur es una alborada mientras que Guatemala se hunde más en el hoyo. El eterno pretexto es el de siempre: pero Ilka lo que pasa es que hay un pasado muy atroz y eso debe tomarse en cuenta.

En Guatemala aquello de “Nunca Más” es oración del día después  de una borrachera, para nada más sirve. El “Nunca Más” no tiene que ver con la dignidad y mucho menos con la memoria histórica. El “Nunca Más” debería ser nuestra  proclamación de todos los días en todo cuanto amenace con robarnos la dignidad.

Nunca Más: discriminación, violencia, feminicidio, impunidad, robos, desfalcos, soborno, injusticia y sobre todo presidentes genocidas.

No podemos utilizar cómodamente el pretexto del pasado sangriento para no avanzar y romper con cadenas que nos mantienen en la inmovilidad  por ejemplo; en el tema del derecho a la identidad de género, el aborto y el matrimonio igualitario. Estos tres temas solo tienen que ver con nuestra homofobia, nuestra doble moral y lo catastrófico de ser ultraconservadores que dicho sea de paso es un lastre.  ¿Quiénes somos para inmiscuirnos en la vida íntima de las personas? ¿Qué nos sacamos con criticar la identidad sexual de alguien? ¿Nos incumbe? ¿En qué nos afecta? Lo que sí nos debe de incumbir y afectar es que no todos los seres humanos tengamos los mismos derechos y ahí sí que nos haga arder la sangre ese tipo de injusticia.

Y como el escudo que utilizamos es la iglesia y la biblia como buenos personajes  de la doble moral, hoy quiero hablar de Argentina que nos siga dando muestras de que no es falso eso de que “nos lleva años luz”.

Mientras que en Guatemala la Iglesia  y el Estado  niega los  Derechos Humanos Universales  a las personas con diferente identidad sexual, en Argentina está sucediendo todo lo contrario porque el día cinco de abril  bautizaron a la hija de un matrimonio de dos mujeres y con la gracia de que la madrina es nada más y nada menos que la presidenta Cristina Fernández, no me diga si esto no es una ¡Belleza que enamora! En el 2010 en Argentina se aprobó la ley que permite el casamiento entre personas del mismo género.
Y como ya sé que nunca falta el pelo en la sopa alguien dirá: pero Ilka sí hay una ley que protege de la discriminación laboral…
Ajá, vaya.

¿Para cuándo en Guatemala? Para cuándo vamos a dejar de ser ten inconscientes y ajenos a la equidad y a defender los derechos humanos de todos y todas. El que alguien  tenga su opinión muy particular respecto al tema de sexo entre personas del mismo género no debe ser causa para no defender que todos y todas podamos transitar libremente por las calles sin que se nos discrimine, ofenda y violente.
Que podamos tener el derecho a formar una familia como lo tiene un matrimonio heterosexual.
Cuándo dejaremos de ser una sociedad tan hipócrita, intransigente, castrante, opresora, segregacionista.
Es cuestión de leyes claro que sí, porque de palabra carecemos y de acción para lo que es justo mucho más. Se debe abrir las puertas a la diversidad sexual porque existe, porque no es un mito porque es necesario y justo. Porque no se puede castigar a quien es diferente, no se trata de mantener en las sombras a quien se atreve a vivir, porque es inhumano señalar, enjuiciar y agredir.


Ayer conversaba con una amiga que es homosexual y  que vive con su compañera, me contaba que quieren ser mamás pero que tiene miedo  viviendo dentro de una sociedad tan homofóbica como lo es la guatemalteca, su temor es que le discriminen a su crío y que le digan en la escuela y en la calle  cosas como: “hijo de lesbianas”.
Lo de hijo  de lesbianas no sería ninguna ofensa en otro país que admira la humidad diversa pero en Guatemala sería hostigamiento de cada minuto. Empezando por la familia, las amistades, la comunidad, la escuela y la sociedad en sí. Es todo. Sabemos que  el acoso, el rechazo y la violencia va más allá de un simple “hijo de lesbianas”.

Su relación la mantienen en absoluto encierro por la razones obvias en un país como Guatemala.
Ella  quería saber mi opinión  y fue la siguiente: que no deje que el miedo la paralice y le robe sus ilusiones. En Guatemala discriminan por todo y pretextos sobran para estarle jodiendo la vida a los demás.  Si no es el color de piel  es la estatura, es la complexión física, el nivel social donde se vive, los modales en la mesa, -de cama entre más perversos mejor- el nivel de escolaridad, en fin…

El caso de mi amiga es el de millones alrededor del mundo, no es justo que alguien tenga miedo de procrear porque la sociedad es incapaz de ser humana.
Necesitamos -y era para ayer- romper con paradigmas y viejos estandartes de terquedades. Vienen más generaciones, estamos criando seres humanos racistas, prejuiciosos, homofóbicos  y es urgente  que estas nuevas generaciones  tengan la sensibilidad de convivir sin hostigar a quien es diferente.

Es tiempo que Guatemala abra los ojos  y despierte y se entere que también  su gente es pluralidad en identidad sexual  y es hermosa así porque no hay nada más bello que la diversidad cuando comprendemos que el arcoíris es majestuoso por su variedad de colores.

Ilka Oliva Corado.
Abril 06 de 2014.
Estados Unidos.


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