sábado, 12 de noviembre de 2016

GUATEMALA: HARAGANES, VÁNDALOS Y TERRORISTAS

Ilka Oliva Corado     Sígueme en https://telegram.me/cronicasdeunainquilina

El otro día leí una frase de Nicanor Parra y se quedó retumbando en mi mente: “Creemos ser país y la verdad es que somos apenas paisaje.” Tanta sabiduría en tan pocas palabras. Somos diminutas partículas tan insignificantes en la inmensidad del tiempo, somos absolutamente nada comparados con el sistema solar o con una sola célula de nuestro cuerpo. Es superior un solo cabello o una uña nuestra. Creo que todavía no hemos llegado a ese nivel de humanidad para comprender lo que realmente somos en esta tierra y cuál debe ser nuestra función en la sociedad.


Como humanidad no llegamos a alcanzar la magnitud de una pequeña estrella en el horizonte. Así de exiguos somos, no digamos individualmente. Sin embargo, nos creemos inmortales y superiores a cualquier ser humano que no tenga nuestro grado de escolaridad y nuestra comodidad de clase. Creemos que todo gira alrededor de nuestro pensamiento colonizado y clasista y que no hay nada después de eso.

 Creemos que el camino termina en el cerco de nuestra casa, en el de la universidad donde estudiamos, en la empresa donde trabajamos, en los amigos que tenemos y en los contactos que pregonamos jactanciosos. En ese carro de último modelo que no podremos agarrar a mordidas cuando la tierra decida no dar más frutos, porque la hemos maltratado tanto. Nos creemos superiores y con derecho absoluto para menospreciar, injuriar, insultar y acusar a quien no pertenece a nuestra clase social y no ha tenido la suerte como nosotros de tener las mismas oportunidades de desarrollo. Sí, suerte en un país tan desgraciado como el nuestro. Suerte hasta el momento en que tengamos las agallas para cambiar el sistema y los volvamos un derecho de cada ciudadano.

 Siento una enorme tristeza por la sociedad que somos y una cólera eterna por el maltrato que le damos a nuestros hermanos a los que el sistema humilla y hostiga y quiere hacer desaparecer ante nuestras miradas de doble moral y solapadoras; porque ensucian el paisaje de una Guatemala que pretende ser europea, anglosajona y caucásica. Colonizada. Que no se acepta así misma como lo que es: una tierra de multiculturas indígenas y afro descendientes, maravillosa que no tiene nada que envidiarle a ningún país europeo y mucho menos a Estados Unidos. No tiene que importar absolutamente nada, porque la esencia está en su propia tierra. Mucho menos “arte y estilo.” El que quiera vivir como europeo que se vaya a vivir a Europa, no dejemos que nos impongan algo que no es propio.

 La gente no come de piedras pegadas con pegamento en los arriates y banquetas, de untasones de óleos y acrílicos. De bancas de cemento coloreadas con anilina. De libros de poesía sino ha tenido la oportunidad de aprender a leer y a escribir. Lo primero es lo primero, la gente se está muriendo de hambre, en un país rico pero empobrecido por bandas de haraganes, vándalos y terroristas; a las que nosotros pertenecemos porque las solapamos. Somos igual de culpables porque tiramos la piedra y escondemos la mano. ¡Cobardes!

 La gente tiene derecho a una vida saludable, a la oportunidad para un crecimiento y desarrollo integral. A tres platos de comida al día. A la educación superior. A un techo seguro. Tiene derecho a un sistema de salud que los respalde. A soñar en un país que le permita volver realidad sus anhelos. Tiene derecho a realizarse individual y colectivamente.

 ¿Violencia? ¿Qué es la violencia en un país violentado estructuralmente desde hace siglos? ¿Violencia? Violencia fue el Genocidio y lo seguimos negando. Violencia y terrorismo es que niños se estén muriendo de hambre. Que miles tengan que verse obligados a migrar arriesgando sus vidas. Que la gente se muera en la entrada de un hospital público porque no hay medicina o porque la discriminan por su origen, color, clase social. ¿Violencia, dicen? Violencia es que sean miles los feminicidios que cargamos en la espalda y que solapamos.

 ¿Violencia? Que existan tantas casas de citas y bares donde “ciudadanos de bien” van a violar campantes a niñas, adolescentes y mujeres, con nuestro permiso como sociedad, iglesia y sistema. ¿Violencia, dicen? Tantas niñas embarazadas por violaciones sexuales, y las acusemos y señalemos de calientes. ¿Terrorismo? Las limpiezas sociales y que sean miles de niños y adolescentes en centros correccionales y cárceles donde se les da un trato inhumano.

 ¿Haraganes? Quienes se sienten intocables despotricando y acusando desde la comodidad de un teléfono celular o una computadora. Quienes creen que el sistema se arregla solo o que se oponen a que lo arreglen los otros porque a él tal y como está lo beneficia.

¿Terrorismo? Es que en Guatemala gobierne la injerencia extranjera. ¿Haraganería? Es que nosotros no hagamos nada para cambiarlo.

 Tal vez nosotros también hubiéramos reaccionado igual, respondiendo con violencia a la violencia del Estado y la sociedad: hartos, asqueados, de tanta humillación, de tantos golpes, de tanto menosprecio, de tanta opresión. De tanta inequidad e injusticia. A punto de explotar con una sola chispa. No comparemos jamás el valor de unas piedras o de unos metales con la vida humana. Tendríamos que estar en los zapatos de un vendedor ambulante para comprender una subsistencia tan dura y a la que nosotros colaboramos con nuestros insultos y discriminación. Hay de arte a arte y de violencia a violencia, pero no me sorprende que no conozcamos la diferencia o que conociéndola finjamos no verla.

 Increíble, y la mayoría de esos que piden cárcel y pena de muerte para los vendedores ambulantes (porque por parias los quieren exterminar) que en todo su derecho explotaron ante la violencia del gobierno y la municipalidad, son quienes el año pasado se devanaban en las plazas del país y todo para salir en la foto. Qué va, ya quisieran tener las agallas de los vendedores ambulantes para enfrentar el día a día.

Tal vez un día comprendamos que debimos quedarnos salvajes e irreverentes  porque lo civilizado solo nos vino a embrutecer más. Transformar Guatemala  no es solo de ir a plaza unos cuántos sábados a tomar el sol.

Pareciera que vivo a miles de kilómetros de distancia de mi país, pero no es así, yo estoy en mi patria todos los días, en cada vendedor de mercado y lo estaré después de muerta. Porque mercado y paria soy.

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Ilka Oliva Corado. @ilkaolivacorado contacto@cronicasdeunainquilina.com

12 de noviembre de 2016, Estados Unidos.

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